martes, 11 de mayo de 2010

la abuela filipina

Recuerdo cuando entró en nuestras vidas, la de todos los primos que pululábamos nerviosos por el chalet familiar. Era como "Jabba the Hutt" pero enjoyada hasta el infinito, a todos se nos hacía un poco duro cumplir con el protocolo de ir a darle un beso, pero olía bien, su piel era suave, flaccida.

Tenía mucho dinero, y muchas tierras en su filipinas natal. Mis tíos decidieron traerla cuando sus facultades estaban ya mermadas por la edad y su inmensa gordura.

Hablaba un español muy rudimentario, y le encantaba que le pusieran niños pequeños en su regazo, y de eso siempre hubo en mi familia.

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